
Presentación
Mi padre era catedrático de Literatura española. Y profesor de Teatro. Desinteresadamente, dirigía el grupo dramático de mi colegio público, en la segunda mitad de los 80. Es lo que todavía se conoce como Actividades extraescolares. Con él (cervantino a muerte) representamos El Retablo de las maravillas, un entremés en el que se satiriza la estupidez de la clase política. El timador Chanfalla lleva un retablo por los pueblos, un retablo que sólo pueden ver los cristianos viejos, la gente de orden. Por supuesto, la casta hace como que ve, pero no ve nada. Eso mismo es lo que ha ocurrido y sigue ocurriendo con la clase política española desde la Transición, gente que mira para las fosas comunes de los represaliados del franquismo y hace como que no ve. Evidentemente, hay huesos y huesos. La ínclita Ana Botella es un ejemplo soberbio de este fenómeno. Una persona necia e indocumentada que convierte en entremés todo lo que toca.
El otro día se inauguró la nueva exposición permanente del Museo de Pontevedra. Al acto acudió Ana Pastor, la ministra del Gobierno de Rajoy, una zamorana que lleva toda la vida viviendo en la ciudad del Lérez. Ana Pastor está en las antípodas mentales de quien esto escribe, pero es una persona educada, formada y capacitada para el cargo que representa. Médica de profesión, testigos presenciales de ese acto pre-electoral me han contado cómo la ministra al pasar por una vitrina en la que se exponía una tumba galaicorromana de la necrópolis de A Lanzada (Sanxenxo, Pontevedra), tuvo a bien comentar características óseas del esqueleto en cuestión, posible edad del individuo, lesiones y demás. Así mismo, en su discurso (que nadie le escribió) demostró un conocimiento erudito de la historia del propio Museo y de la Pontevedra de fines del siglo XIX.
Nudo
Hemos puesto estos dos ejemplos, de políticas, mujeres, interesadas en huesos humanos. Amplios sectores del mundo académico y de la propia Arqueología profesional han salido de sus trincheras para dar estopa sin piedad a estos dos proyectos, el de Pontevedra y el de Madrid. Son los y las mismas que llevan años criticando la dejadez de los políticos con respecto a la cultura y el Patrimonio, la misma gente que se echa las manos a la cabeza por los recortes y el desmantelamiento de las industrias culturales. Ahora que se da el caso de una Diputación provincial que invierte en castros y museos o de una corporación municipal que potencia excavaciones arqueológicas, van éstos y éstas y ponen el grito en el cielo.
Evidentemente que hay elecciones en breve. Evidentemente el Patrimonio es una construcción ideológica y política. Evidentemente que Cervantes y sus huesos se pueden manipular, del mismo modo que los huesos de Castelao o de Sabino Arana. Muchos de los que tachan de españolistas a los que promueven esa exhumación cervantina, habría que verlos en el caso de desaparecidos de las letras en euskera, gallego o catalán. Esto es lo que hay, todo el mundo lo ve. Lo que pasa es que en este país de chirigota se mezclan a menudo churras con merinas. Por las redes fluyen críticas injustas que afectan al amplio equipo de profesionales que han ejecutado los trabajos. Este equipo está dirigido por Francisco Etxeberria y de él forma parte un amplio elenco de especialistas que llevan décadas (repito, décadas) exhumando en fosas de la guerra civil, muchas veces de forma voluntaria, por la patilla. Meter a esta gente en el mismo saco de la clase política me parece indigno y me produce asco y vergüenza.

Desenlace
El problema sistémico, endémico, totémico, es que una persona como Ana Botella alcance ser la alcaldesa de la capital del Reino de España. Eso es una tragedia. Esta indocumentada convierte el acto de presentación de una memoria científica en un entremés de Cervantes, lo cual tiene su mérito. Un entremés a palos. Con estos bueyes tiene que arar una prensa a la que le encantaría firmar el reportaje perfecto en la línea del descubrimiento arqueológico de los restos de Ricardo III en un parking de Londres. (Una chepa shakesperiana contra el manco de Cervantes, tiene coña). Esta es la misma prensa que se apresta a aportar titulares del estilo: 104.000 euros para desenterrar a Cervantes. Ya estamos acostumbrados a esos titulares que condenan a la Arqueología como el principal enemigo del progreso: La Arqueología retrasa la construcción del aparcamiento tal, de la plaza x… Nada nuevo bajo el sol.
Esta exhumación ha desatado la hoguera de las vanidades. Miembros de Reales Academias que nunca salen en televisión o en los periódicos (¿por qué será, porque no hacen nada, quizás?) alcanzan su minuto de gloria defendiendo el derecho de Cervantes a su eterno descanso, el mismo derecho que exigen para el caso de García Lorca, asesinado. Eruditos y eruditas, funcionarios y funcionarias con sus sexenios y sueldo fijo a fin de mes, atacan a degüello la mercantilización del Patrimonio y se ríen de los vecinos del barrio madrileño que ven en Cervantes una oportunidad. Ellos y ellas sí comulgan con ruedas de molino.
Esta exhumación es una operación política. Sí, claro, como toda excavación arqueológica, como todo Museo, como todo Xacobeo, como todo Aniversario, como toda Fundación. No hay ninguna diferencia entre la exhumación del cráneo de Miguelón en Atapuerca ni la exhumación en el convento de las Trinitarias. En ambas se han invertido fondos públicos, en ambas han trabajado en condiciones dignas excelentes profesionales, en ambas se ha generado conocimiento. ¿Cuál es entonces el problema?